Epopeya
La epopeya es un relato épico o narrativo, escrito la mayor
parte de las veces en verso largo (hexámetro), o prosa, que consiste en la
narración extensa de acciones trascendentales o dignas de memoria para un
pueblo en torno a la figura de un héroe representativo de sus virtudes de más
estima. Se trata de uno de los subgéneros literarios más antiguos dentro del
más general de la épica o narrativa.
FRAGMENTO DE LA ILIADA
"...Dichas estas palabras partió, dejando a Aquiles con
el corazón irritado a causa de la mujer de bella cintura que violentamente y
contra su voluntad le habían arrebatado.
En tanto, Ulises llegaba a Crisa con las víctimas para la
sagrada hecatombe.
Cuando arribaron al profundo puerto, amainaron las velas,
guardándolas en la negra nave; abatieron rápidamente por medio de cuerdas el
mástil hasta la crujía, y llevaron la nave, a
fuerza de remos, al fondeadero. Echaron anclas y ataron las amarras,
saltaron a la playa, desembarcaron las víctimas de la hecatombe para Apolo, el
que hiere de lejos, y Criseide salió de la nave surcadora del ponto. El
ingenioso Ulises llevó la doncella al altar y, poniéndola en manos de su padre,
dijo:
¡Oh Crises! Envíame al rey de hombres, Agamenón, a traerte la
hija y ofrecer en favor de los dánaos una sagrada hecatombe a Febo, para que
aplaquemos a este dios que tan deplorables males ha causado a los argivos.
Habiendo hablado así, puso en sus manos la hija amada, que aquél
recibió con alegría. Acto continuo, ordenaron la sagrada hecatombe en torno del
bien construido altar, laváronse las manos y tomaron la mola. Y Crises oró en
alta voz y con las manos levantadas:
¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la
divina Cila a imperas en Ténedos poderosamente! Me escuchaste cuando te
supliqué, y, para honrarme, oprimiste duramente al ejército aqueo; pues ahora
cúmpleme este voto: ¡Aleja ya de los dánaos la abominable peste!
Así dijo rogando, y Febo Apolo lo oyó. Hecha la rogativa y
esparcida la mola, cogieron las víctimas por la cabeza, que tiraron hacia
atrás, y las degollaron y desollaron; en seguida cortaron los muslos, y,
después de pringarlos con gordura por uno y otro lado y de cubrirlos con trozos
de carne, el anciano los puso sobre la leña encendida y los roció de vino
tinto. Cerca de él, unos jóvenes tenían en las manos asadores de cinco puntas.
Quemados los muslos, probaron las entrañas, y, dividiendo lo
restante en pedazos muy pequeños, lo atravesaron con pinchos, lo asaron
cuidadosamente y lo retiraron del fuego.
Terminada la faena y dispuesto el banquete, comieron, y nadie
careció de su respectiva porción. Cuando hubieron satisfecho el deseo de beber
y de comer, los mancebos coronaron de vino las crateras y lo distribuyeron a
todos los presentes después de haber ofrecido en copas las primicias. Y durante
todo el día los aqueos aplacaron al dios con el canto, entonando un hermoso
peán a Apolo, el que hiere de lejos, que
los oía con el corazón complacido.
Cuando el sol se puso y sobrevino la noche, durmieron cerca
de las amarras de la nave. Mas, así que apareció la hija de la mañana, la
Aurora de rosados dedos, hiciéronse a la mar para volver al espacioso
campamento aqueo, y Apolo, el que hiere
de lejos, les envió próspero viento. Izaron el mástil, descogieron las velas,
que hinchó el viento, y las purpúreas olas resonaban en torno de la quilla
mientras la nave corría siguiendo su rumbo. Una vez llegados al vasto
campamento de los aqueos, sacaron la negra nave a sierra firme y la pusieron en
alto sobre la arena, sosteniéndola con
grandes maderos. Y luego se dispersaron por las tiendas y los bajeles.
El hijo de Peleo y descendiente de Zeus, Aquiles, el de los
pies ligeros, seguía irritado en las veleras naves, y ni frecuentaba el ágora
donde los varones cobran fama, ni cooperaba a la guerra; sino que consumía su
corazón, permaneciendo en las naves, y echaba de menos la gritería y el
combate.
Cuando, después de aquel día, apareció la duodécima aurora,
los sempiternos dioses volvieron al Olimpo con Zeus a la cabeza. Tetis no
olvidó entonces el encargo de su hijo: saliendo de entre las olas del mar,
subió muy de mañana al gran cielo y al Olimpo, y halló al largovidente Cronida
sentado aparte de los demás dioses en la más alta de las muchas cumbres del
monte. Acomodóse ante él, abrazó sus rodillas con la mano izquierda, tocóle la
barba con la derecha y dirigió esta súplica al soberano Zeus Cronión:
¡Padre Zeus! Si alguna vez te fui útil entre los inmortales con
palabras a obras, cúmpleme este voto: Honra a mi hijo, el héroe de más breve
vida, pues el rey de hombres, Agamenón, lo ha ultrajado, arrebatándole la
recompensa que todavía retiene. Véngalo tú, próvido Zeus Olímpico, concediendo
la victoria a los troyanos hasta que los aqueos den satisfacción a mi hijo y lo
colmen de honores.
Así dijo. Zeus, que amontona las nubes, nada contestó
guardando silencio un buen rato. Pero Tetis, que seguía como cuando abrazó sus
rodillas, le suplicó de nuevo:
-Prométemelo claramente, asintiendo, o niégamelo -pues en ti no cabe el temor- para
que sepa cuán despreciada soy entre todas las deidades..."
Novela
.
La novela es una obra literaria en la que se narra una acción
fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores
con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes así como de
personajes, pasiones y costumbres, que en muchos casos sirven de insumos para
la propia reflexión o introspección. La vigesimotercera edición del Diccionario
de la lengua española de la Real Academia Española la define de manera más
general como una «obra literaria narrativa de cierta extensión» y como un
«género literario narrativo que, con precedente en la Antigüedad grecolatina,
se desarrolla a partir de la Edad Moderna.1 La novela se distingue por su
carácter abierto y su capacidad para contener elementos diversos en un relato
complejo. Este carácter abierto ofrece al autor una gran libertad para integrar
personajes, introducir historias cruzadas o subordinadas unas a otras,
presentar hechos en un orden distinto a aquel en el que se produjeron o incluir
en el relato textos de distinta naturaleza: cartas, documentos administrativos,
leyendas, poemas, etc. Todo ello da a la novela mayor complejidad que la que
presentan los demás subgéneros narrativos.
El Extranjero - Albert Camus
La historia de un francés en Argelia, tal y como él mismo la va
contando; desde el entierro de su madre un fin de semana, hasta los cinco tiros
de revólver que descarga sobre un árabe; los consiguientes meses de prisión, el
juicio y finalmente la condena. Todo dicho claramente y sin efectismos.
«El Extranjero» es una novela de dos partes que Albert Camus publicó en 1942
para ilustrar sus nociones sobre «el absurdo», concepto que es, no la
conclusión, sino el punto de partida de una filosofía que expuso ese mismo año
con todo detalle mediante un conjunto de ensayos.
La primera parte nos interna en el universo del protagonista, que es un
universo de perpetua comunión con el absurdo, un universo más allá del cual
sólo se puede encontrar el hundimiento y la nada de la muerte.
La segunda parte, tan lacónica como la primera, aborda el fracaso de la
exigencia absurda, que es una exigencia de verdad, dentro de un mundo
profundamente alimentado de ilusiones tales como la libertad, la justicia y la
eternidad.
La novela se convirtió rápidamente en un clásico absoluto del existencialismo,
y ha sido traducida a más de cuarenta idiomas.
Albert Camus recibió el Premio Nobel de Literatura en 1957.
Leyenda
Una leyenda es una narración de
hechos naturales, sobrenaturales o una mezcla de ambos que se transmite de
generación en generación en forma oral o escrita. Generalmente, el relato se
sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere
cierta singularidad.
Se ubica en un tiempo y lugar
familiar de los miembros de una comunidad, lo que aporta cierta verosimilitud
al relato. En las leyendas que presentan elementos sobrenaturales como
milagros, presencia de criaturas féricas o de ultratumba, etc. y estos sucesos
se presentan como reales, forman parte de la visión del mundo propia o emic de
la comunidad en la que se origina la leyenda.
Leyenda de los gatos negros
Los gatos eran venerados y respetados
en diversas partes del mundo, pero todo cambió en la época de la Sagrada
Inquisición ya que estos indefensos animales fueron perseguidos y
aniquilados especialmente en EEUU, España e Italia.
En aquellos tiempos, cientos de
mujeres fueron acusadas de Brujería, se afirmaba que ellas podían
rondar los poblados convertidas en enormes bolas de fuego o transformarse en
cualquier animal deseado. Se les atribuía una fuerza física sobrenatural,
chillidos desagradables imposibles de soportar, con largas y negras uñas como
la noche. Eran condenadas y se les quemaba en la hoguera.
Cuenta la leyenda que en cierta ocasión, una de ellas consiguió el
perdón, y como sus verdugos no podían retractarse ante el público, que esperaba
la ejecución, tomaron un gato y lo pusieron en su lugar, el color fue solo
coincidencia.
Éste logro huir, salió corriendo
entre la gente que ya estaba convencida de que la Bruja se había
transformado en gato negro, y desde entonces ellos fueron considerados
portadores de mal agüero y por lo tanto junto a las Brujas, se inició también
una injusta y despiadada cacería de gatos negros.
Los animales eran quemados en las hogueras, también en cuaresma y día de
San Juan. Después los asistentes tomaban un puño de cenizas de la hoguera y las
esparcían en sus casas, para librarse así del mal de ojo y de las plagas.
Pero todos aquellos pobres
gatos tuvieron pronto su venganza, sus castigadores cayeron en una
terrible pandemia de Peste Negra.
Pues esta plaga era transmitida por las heces, los parásitos y las
mordeduras de las ratas, que después del exterminio del gato, su principal
cazador, tuvieron el terreno libre para extenderse y procrear.
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